Un estadounidense de 30 años, Blake Mycoskie, vino a Argentina a tomar clases de polo. En su estadía pudo conocer la realidad social de nuestro país y llegó a relacionarse con chicos, notando que andaban descalzos, lo cual los excluye del acceso a la educación y los vuelve vulnerables a diversas enfermedades. Estaba decidido a ayudar y encontró la respuesta en las alpargatas.
Junto con su instructor de polo, pasaron los siguientes meses aprendiendo a fabricar este calzado. Con el fruto de su trabajo, volvió a Estados Unidos: “Mi meta era vender 10.000 pares de alpargatas y por cada par vendido, otro sería dado a un niño”, afirma Mycoskie desde su perfil en Facebook.
Así nació TOMS (que significa Tomorrow’s Shoes -Zapatos del mañana-), una compañía que por cada par de calzado que se compra le da un par nuevo a un chico necesitado. “One for One” es su lema, uno por uno. Pero no es sólo una ONG, es también un negocio que creció desmedidamente con el boom de los primeros pares vendidos. Desde TOMS me cuentan: “Se propuso reinventar la alpargata para incorporarla al uso diario de los norteamericanos y poder ayudar de manera continua”.
El mecanismo solidario es simple: TOMS se asocia con organizaciones humanitarias en todo el mundo cuya amplia experiencia en países en vías de desarrollo les permite localizar comunidades que pueden beneficiarse con el calzado. Una vez que llegó la ayuda, todo va complementado con programas de educación y salud.
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