El pasaje de la etapa fundacional de una empresa a la de la profesionalización supone una crisis y riesgos a afrontar.
En la primera etapa de una empresa, que denominamos etapa fundacional, el dueño ES el negocio. Y el negocio es el dueño. La identidad del empresario y la de la empresa son una. La habilidad del fundador, su profesionalismo y su creatividad hacen que el negocio crezca y prospere. Es el centro de gravedad de la empresa y todas las decisiones pasan por él. Es el Cacique.
Analicemos brevemente qué caracteriza a la empresa en esta etapa y cuál es el rol del dueño a través de tres dimensiones: estrategia, gente e información y procesos.
La estrategia en la cabeza del dueño.
En la etapa fundacional la empresa carece de un plan estratégico formal. La estrategia, si existe, está en la mente del dueño. En el mejor de los casos, éste se plantea preguntas sobre las tendencias del negocio, elabora cursos de acción y decide, casi siempre, en soledad. No se habla de la rentabilidad de la empresa. En muchos casos, ¡el dueño ni siquiera la conoce! Todo depende del olfato del fundador.
La gente: “Somos una familia”.
La empresa carece de organigrama y los puestos se configuran en función de la gente disponible. Cuando se requiere la realización de alguna tarea para la que no hay un perfil disponible, ésta suele recaer en la “mochila” del dueño (que va haciéndose cada día más pesada). Por eso, a medida que progresa la aventura empresarial, el fundador va aprendiendo las más diversas tareas y se va convirtiendo en un auténtico todo terreno.
Información y procesos: la memoria del dueño.
La empresa se maneja con pocas métricas, que suelen emplearse con fines operativos. Se genera poca información y se la comparte con pocas personas. Algunos datos se consideran confidenciales, como la facturación, los márgenes y los pagos a proveedores. Así, no debe sorprender que sean pocas las inversiones en tecnología de la información y que no haya sistemas de gestión compartidos. La empresa prospera, pero justamente cuando las cosas parecen ir bien es cuando la crisis comienza a gestarse. Empieza con unos pequeños movimientos de aire, casi imperceptibles, pero que si no se los atiende a tiempo, derivan en un tornado que puede causar el fracaso del negocio.
El mayor momento de vulnerabilidad se da, justamente, en la crisis entre la etapa fundacional y la siguiente, la etapa profesional. Es la crisis del Cacique, la crisis antes de la profesionalización.
Es en esta transición donde la tasa de mortalidad de estas empresas es altísima. Dar el salto de una etapa a la otra no es sencillo.
La estrategia en la cabeza del dueño.
En la etapa fundacional la empresa carece de un plan estratégico formal. La estrategia, si existe, está en la mente del dueño. En el mejor de los casos, éste se plantea preguntas sobre las tendencias del negocio, elabora cursos de acción y decide, casi siempre, en soledad. No se habla de la rentabilidad de la empresa. En muchos casos, ¡el dueño ni siquiera la conoce! Todo depende del olfato del fundador.
La gente: “Somos una familia”.
La empresa carece de organigrama y los puestos se configuran en función de la gente disponible. Cuando se requiere la realización de alguna tarea para la que no hay un perfil disponible, ésta suele recaer en la “mochila” del dueño (que va haciéndose cada día más pesada). Por eso, a medida que progresa la aventura empresarial, el fundador va aprendiendo las más diversas tareas y se va convirtiendo en un auténtico todo terreno.
Información y procesos: la memoria del dueño.
La empresa se maneja con pocas métricas, que suelen emplearse con fines operativos. Se genera poca información y se la comparte con pocas personas. Algunos datos se consideran confidenciales, como la facturación, los márgenes y los pagos a proveedores. Así, no debe sorprender que sean pocas las inversiones en tecnología de la información y que no haya sistemas de gestión compartidos. La empresa prospera, pero justamente cuando las cosas parecen ir bien es cuando la crisis comienza a gestarse. Empieza con unos pequeños movimientos de aire, casi imperceptibles, pero que si no se los atiende a tiempo, derivan en un tornado que puede causar el fracaso del negocio.
El mayor momento de vulnerabilidad se da, justamente, en la crisis entre la etapa fundacional y la siguiente, la etapa profesional. Es la crisis del Cacique, la crisis antes de la profesionalización.
Es en esta transición donde la tasa de mortalidad de estas empresas es altísima. Dar el salto de una etapa a la otra no es sencillo.
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